Temática: Charlas Generales
 ¿ Sabe Ud. lo que es un "Burro Hechor" ? (Leído 201 veces)
   Eduardo Vicente Fumarola
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Fecha mensaje: 27/11/2022 23:34:59


Relatos de Salta Reclamo arzobispal por las travesuras de un "burro hechor"  por Luis Borelli                                                                                                                                                                                                                                En los años 30 del siglo pasado el italiano Juan Macaferri introdujo en su finca Santa Teresita de Cerrillos un "burro hechor", animal que a poco le causó grandes disgustos. Cómo habrá sido de mal entretenido este jumento que los más viejos del pueblo todavía lo tienen presente. Pero antes de introducirnos en este relato debemos recordar que los "burros hechores" o "pollinos" son aquellos que al nacer se los aparta de sus madres burras para de inmediato ser adoptados y amamantados por una yegua. De esta forma el asnito se cría entre los caballos y al llegar a su adultez solo se aparea con las yeguas, dando como resultado el nacimiento de un mular. Un híbrido que por su resistencia fue muy apreciado en el pasado tanto por los campesinos como por los ejércitos. Esta práctica reproductiva fue introducida por los españoles en América desde los inicios de la conquista, y justamente Concoloncorvo (Alonso Carrió de la Vandera) en su libro "El Lazarillo de ciegos caminantes - Desde Buenos Aires hasta Lima, 1773", cuenta entre otras cosas, como se obtiene una mula. Dice Carrió de la Vandera: "Las yeguas se juntan a los caballos como animales de su esfera, como las burras a los asnos, que se pueden considerar como dos especies distintas que crió Dios… Considerando los hombres que de burro y de yegua salía una especie de monstruo infecundo, pero al mismo tiempo útil para el trabajo por su resistencia, procuraron aumentar las mulas. Pero viendo al mismo tiempo cierta repugnancia en recibir las yeguas a los burros, y mucho más en criar y mantener (amamantar) la mulita o machito, resolvieron encerrar una yegua en una caballeriza oscura antes de que esta pariera su potrillo. Luego del alumbramiento, extraían las secreciones del recién nacido y con ellas untaban a un borrico también recién nacido. Hecho esto, de inmediato lo arrimaban a la yegua para que lo amamantase sin repugnancia. El jumentillo, necesitado de alimento se arrimaba a la yegua y esta, creyendo por el olor que era su potrillo, lo iba criando en la oscuridad hasta que a los pocos días, iluminando la caballeriza, la yegua adoptaba al jumentillo y este la tenía por su madre, de la que no se apartaría aunque le agasaje la burra que lo ha parido. De esta manera, cuando el borrico llega a la adultez solo se apareará con las yeguas, dando como resultado el nacimiento de un mular, un híbrido de gran resistencia para el trabajo pero de un carácter muy indócil…". Fue un italiano, ingeniero constructor, que llegó a Cerrillos en 1905, cuando los primeros trabajos del ferrocarril a Huaytiquina. Arribó junto a otros profesionales extranjeros, entre ellos los ingenieros Rossi y Rauch, para trabajar en la construcción del Trasandino del Norte. Lo hicieron hasta que la empresa adjudicataria de la obra quebró cuando hacía el tramo Rosario de Lerma-Campo Quijano. A consecuencia de ello, el Gobierno nacional dio por caducada la concesión y esto hizo que ingenieros y técnicos involucrados en esa obra buscaran otros rumbos. En el caso del ingeniero Macaferri, hombre emprendedor y de gran iniciativa, resolvió aquerenciarse en Cerrillos y contraer matrimonio con Ernestina Peralta. Una de las primeras cosas que hizo fue asociarse con el español Manuel Muñoz e instalar la primera usina del pueblo en la década de 1910. Movían el generador eléctrico con una noria ubicada sobre la acequia de Tejadas. Más tarde la noria fue reemplazada por una caldera de vapor alimentada con leña o marlos. Macaferri logró adquirir pronto una cómoda posición económica lo que le permitió construir su casa frente a la plaza y adquirir un predio rural donde criaba vacas lecheras y demás animales. El campo hizo que Macaferri tuviese la necesidad de contar con animales de tiro para sus arados, carros y rodados ligeros, y por lo tanto era imprescindible contar con caballos, bueyes y mulares. Con los vacunos y yeguarizos no tuvo problemas, pero para el caso de los mulares se le ocurrió una idea brillante: adquirir un "burro hechor" y criar él mismo las mulas. No se sabe cuándo, pero un día de los años de 1930, Juan adquirió un "burro hechor" que inmediatamente liberó en sus potreros junto a los demás animales que tenía "a pasto". Entre ellos había yeguarizos de la Municipalidad, de la panadería de su socio Muñoz, y también del lechero, del verdulero y de los vecinos que en su mayoría se movilizaban en sulkys y "breques". Y, por supuesto, a poco sucedió lo previsible: las yeguas "a pastos" de distinta procedencia fueron pronta y amorosamente atendidas por el "burro hechor" que se movía a sus anchas por los alfares. Pero luego de los gustos llegaron los disgustos, pues a la vuelta de unos meses las yeguas del alfar, municipales, de reparto y de paseo, comenzaron a quedar preñadas para satisfacción de sus dueños, que siempre deseaban tener sus propios caballitos. Pero he aquí que a medida que las yeguas iban pariendo, en lugar de alumbrar bellos potrillos, daban a luz mulares que, en lugar de relinchar, rebuznaban desafinadamente, pues ni siquiera rebuznan como los burros. Nadie deseaba para su jardinera, sulky o el elegante "breque", un mular, macho o hembra. Además, resultaba un animal indócil tanto para tirar carros municipales como jardineras de reparto. Y, por supuesto, los reclamos no se hicieron esperar, pues desde el intendente hasta los dueños de distintos carruajes pusieron el grito en el cielo en contra del burro, único y directo responsable del desquicio. Y como era de imaginar, pronto los reclamos también alcanzaron al dueño del campo, quien ofreció una solución que todos aceptaron. Primero resolvió retirar el burro de sus campos de pastoreo para que ya no haya más mulitas, y en segundo lugar, para reparar los daños, ofreció adquirir y pagar buena plata por las mulas y los mulos nacidos con posterioridad al arribo del burro. Todos aceptaron el trato, salvo la Municipalidad, que resolvió quedarse con las mulas y usarlas en sus carros basureros y regadores.                                                                                         Destierro del burro Los problemas para Macaferri no terminaron con la mudanza del burro, que terminó alojado en su casa. Y así fue que hasta los años 40 el jumento vivió en el canchón del fondo, conviviendo con las ovejas y con las vacas. Y como aún recuerdan los memoriosos del pueblo, con los años el burro desarrolló la manía de escaparse de la casa y merodear por el centro de la localidad. En cuanto veía una puerta entreabierta, el burro se escapaba. Y lo hacía hasta por el zaguán principal de la casa. Así fue hasta que una vez un intendente resolvió alambrar el paseo y colocar de tramo en tramo molinetes para que no entrase ni el burro ni ningún otro animal. Lo curioso fue que a los pocos días de nuevo el jumento apareció tranquilamente pastando en el lugar. Pero lo peor era que cada tanto y por temporada, al burro se le daba por erotizarse desvergonzadamente causando, como es de imaginar, un alboroto descomunal en el pueblo. Y por supuesto las quejas no tardaron en llegar, primero ante el cura párroco, el padre Ojeda y luego ante el arzobispo Tavella, a la sazón, muy amigo de Macaferri. Para una fiesta de la Virgen de Mercedes llegó monseñor Tavella. Era una tradición del pueblo que luego de la misa, Macaferri y doña Ernestina ofrecieran un almuerzo a los vecinos más representativos del pueblo. Era una mesa que presidía Tavella y el matrimonio anfitrión. Fue entonces que en un disimulado aparte Tavella le refirió a Juan el tema del burro y los reclamos que le habían llegado. "Juan -le dijo-, al menos encierra el burro los domingos, pues cuando las señoras y las niñas pasan a misa es una vergüenza lo de ese asno". Juan miró fijo al prelado y no sin sorna le espetó en su español atravesado: "Eh monseñor, es que mi asino de merda sfugge y para le domeniche también se le da por golpearse el pecho…". El reclamo terminó con una socarrona risa de monseñor pero, desde entonces, el burro desapareció de los lugares que solía frecuentar. Alguien dijo que a principios de los años 40 había fallecido de viejo en el fondo del canchón, pero otros aseguraban que murió luego de que lo atropellara el ómnibus de Radón Martiñuk.                                 Extraído de: https://www.eltribuno.com/salta/nota/2022-11-27-1-30-0-reclamo-arzobispal-por-las-travesuras-de-un-burro-hechor/amp



   Eduardo Vicente Fumarola
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